A casi finales de este mes de julio, casi como obligación, me tomo un tiempo para reflexionar. Para analizar todo lo que ha pasado en estas últimas semanas y entender qué fue bueno, qué aprendí, qué es lo que puedo rescatar de los altibajos y las sorpresas de julio.
Realmente, este mes me movió y me sacudió un poco, partiendo desde el ámbito laboral, lo cual se reflejó también en mi estado de ánimo. Sin embargo, contar con personas que me apoyan, me escuchan y hasta me regañan a través de una llamada, es eso lo que me regresa al punto de partida. Me recuerdan cómo puedo mejorar y también qué es lo que estoy haciendo mal, o mejor dicho, lo que podría hacer de una forma distinta y para bien.
Gracias a estas personas es que me mantengo de pie. Aún en los momentos de dudas e inseguridad, están ahí para escucharme, para darme su aliento, para ayudarme a entender nuevas posibilidades y también para animarme a seguir confiando en mí.
A veces me entienden y a veces se pierden un poco en la conversación, pero de cualquier forma, es una plática de ir y venir, de hablar y escuchar, de reflexionar y poner en práctica.
No es fácil mantener la paz mental, ser “fit” o seguir con un buen ánimo estando en casa todo el tiempo. Las restricciones sobre estar en espacios públicos o al exterior, siguen siendo necesarias como medida de prevención, para evitar cualquier posible contagio de COVID-19, pero entonces ¿cómo puede uno conservar esta paz mental y cordura?
En mi opinión, la respuesta es seguir en contacto con tus seres queridos, tus amigos y familiares. Solo así podemos seguir compartiendo momentos, ideas y también cariño. Además, puedes hacer como yo, que todo el tiempo estoy pidiendo consejos y un poco de orientación.
De esta forma podemos pensar en otras cosas que no sean solo lo que está en nuestra cabeza. Hay que distraerse de uno mismo. Es importante interactuar siempre.
Recuerda: hablar ayuda y escuchar también.
Por ello, para mí julio si fue un mes de seguir en casa (hasta nuevo aviso), de no salir sin cubrebocas, antibacterial, etc., pero también, estas semanas fueron de reflexión, de aprender a levantar la mano y decir lo que pienso, de enfrentar consecuencias, de saber escuchar, e igualmente, de reconocer que puedo dar mucho más. Que puedo saltar al vacío y que está bien equivocarme, porque así se aprende.
Hasta hoy, no he encontrado la forma de predecir el futuro… así que solo queda aprender, paso a pasito. Reconocer qué se puede hacer diferente y ponerlo en práctica para seguir avanzando.
Se vale tener miedo, pero no te detengas ahí. Vinimos a este mundo a ser felices, a vivir, a crecer y a llenar un saco invisible de experiencias infinitas.
Por ello concluyo este escrito, compartiendo contigo que me lees en esta ocasión, esta breve frase que me recuerda siempre mi padre:
La providencia tiene extrañas maneras de mover sus hilos en esta vida.