En unos días estaré volando de regreso para encontrarme con el invierno del Desierto Sonorense, dejando atrás la primavera Argentina. Concluyendo así estos seis meses estudiando en otro país, viviendo en Buenos Aires. Se termina este tiempo de estar constantemente aprendiendo de su cultura, caminando por sus calles de pequeños adoquines disparejos, e interactuando con su diversidad de nacionalidades y costumbres.

Podría resumir un poco del día a día: Comenzaba caminando velozmente, como los porteños, sin dejar de ver el reloj porque no quería perder el tren, no encontraba la parada del colectivo, o era la “hora pico” del subte. Siempre con un abrigo en mano para combatir esos vientos huracanados. Revisando y actualizando la aplicación del clima. Esperando a que fueran las “17:00 horas” para que abrieran algunos negocios, porque siempre olvidaba que existía esa pausa para “la hora de la siesta”.

El tiempo pasaba volando mientras intentaba conocer cada rincón, cada sitio icónico, cada museo, cada historia que este país tiene para contar. Disfrutando de la amplia oferta cultural, su música, las milongas, el tango, el turismo, de los viajes, de tantos paisajes y sus contrastes.

Adaptándome y utilizando palabras como: campera, laburo, remera, quilombo, pebete, subte, copado, boludo, panchos, facturas, birome, entre muchas más.

Aún con todo esto, los domingos eran el mejor ejemplo para ver cómo se detenía el tiempo y si el clima lo permitía, para visitar algún parque o ir a las ferias tradicionales. Pero uno de mis sitios y momentos preferidos era al estar en el Obelisco, justo en el centro, en la avenida 9 de Julio. Desde ahí, uno puede apreciarlo todo, tantas personas, el tráfico, la velocidad, los edificios, restaurantes, teatros, todo está ahí… esa es la energía de Buenos Aires, esa es la ciudad de la furia.  

Agregando una reflexión, me animo a decir que indudablemente he crecido como estudiante y como persona. Fueron varios meses de reforzar las bases y herramientas académicas con las que aún sigo preparándome. Con el apoyo de valiosas amistades, basándome siempre en mis principios y según lo que mi familia me ha inculcado, sin dejar de aprender.

Soy una persona de agendas, de tiempos, alguien que normalmente planifica y durante este intercambio entendí también, que esos planes podrán alterarse más de lo que uno espera…

Habrá días y momentos perfectos, y en otros casos, la suerte no siempre estará a nuestro favor. Supongo que ahí está lo interesante, en analizar la situación e intentar reaccionar de la mejor manera. Habrá algunos obstáculos que parecerán ser más difíciles que otros… pero mientras estemos en este mundo, realmente nada es tan grave. Y con una sonrisa de por medio, es mejor.

Con gran orgullo comparto mis historias y la cultura Mexicana. Confío en que todas esas personas con las que me crucé en este viaje, sabrán ahora más de Sonora y su gente.

Boludos, esta fue una gran experiencia. Llevo conmigo el aprendizaje, las risas, los momentos, las aventuras… y claro, algunos alfajores para el camino…

¡Che! Me voy “re contenta” pero sobre todo agradecida. ¡No llores por mí Argentina!