Para mi abuela Socorro, y todos los que aún con ella convivimos
Aunque Sonora se lleva una gran parte de mi corazón, mi familia, mis vivencias y se filtre por mis venas incluso con las frases que utilizo al hablar, aun así, hay un sitio muy especial en Sinaloa al que también le pertenezco.
Escuinapa, (Del náhuatl: tierra de “perros de agua o nutrias”) mejor conocido como “La Perla Camaronera” es en mi opinión, ese pequeño paraíso donde he encontrado los tesoros más grandes. Sin olvidar que parte de mi familia reside en la zona, este municipio también llamado “El Último Eslabón” por situarse al final del recorrido del Estado Sinaloense y que colinda con Nayarit, esta a tan sólo una hora de distancia de Mazatlán, y tiene a la gente más alegre que he visto y conocido. Sin importar la situación, cualquiera que sea el contexto de su pasado o
presente, las personas ahí son honestas cuando con sencillez sonríen y expresan un común saludo al verte pasar.
Las últimas semanas del mes de abril estuve de visita y durante varios días no podía encontrar las palabras para describir esas sensaciones, esa paz, o ese jolgorio del que se goza en aquellas tierras.
Conversando con distintas personas, escuché sus historias y el amor que sienten en común. Muchos han viajado hasta el otro lado del mundo y de alguna forma u otra se toman unos días para ir de visita y pasar a comprar su «atole de pinole« con “La Güeris” junto a los tradicionales y azucarados bollitos en el Mercado.
Gracias a esto, concluí que la palabra que buscaba era felicidad. Hay una felicidad que se percibe y se siente en Escuinapa, casi tangible. Es notable en las miradas, sus dominantes voces, pero sobre todo en la sonrisa. No necesitan conocerte, ni saber tu nombre o de quién eres familiar, no importa de dónde provienes, tu situación económica y mucho menos tus preferencias. Podría decir que casi todos son ocurrentes al instante, e ingeniosos hasta para un apodo inimaginable. En este maravilloso pueblo en el que nací, la vida se vive.
La comida típica son los tamales de camarón, o también de picadillo, …los ostiones, los cócteles, el pescado, creo que…cualquier marisco realmente… ya que a tan sólo unos minutos se llega fácilmente a los esteros y a las playas adornadas naturalmente de un verde vibrante, de cocotales, árboles de mangos y demás.
Allá se disfruta siempre de un clásico ToniCol (Gaseosa sabor vainilla) o de mi favorito, un Tejuino (Bebida de maíz) como el de “Doña Chepi”. Por las tardes nadie se olvida de comprar una ración del delicioso pan. Artesanal sin mucho esfuerzo y siempre recién horneado, directo a la puerta de tu casa.
Es un orgullo para mí, decirles que es un pueblo en el que su engrandecimiento tuvo la participación reconocida de mi abuelo Juan Ibarra, entre algunas otras personas. Así mismo, Escuinapa fue galardonado por su cultura ecológica, además de ser uno de los lugares donde sus habitantes se trasladan mayormente en bicicletas.
Quisiera contarles más de mi pequeño pueblo, describirles mejor esas casonas de estilo colonial con inmensos patios que dejan entrar el viento fresco paseando por cada rincón, o sobre su tropical clima, o del brillante color turquesa que se apodera del mar, o del paisaje de los manglares, o de las relucientes salinas que fácilmente se observan de camino a las playas…Quisiera hablarles con detalle sobre el pigmentado y diverso jardín de mi abuela, acompañado siempre de pequeñas y coloridas aves… quisiera decirles tanto, pero quizá mi opinión no coincida con la suya, o quizá algunos tengan mejores imágenes que las mías, o esta lista de bellezas, paisajes, recuerdos y experiencias sólo siga sumando y creciendo, porque cuando uno no quiere olvidar los detalles, de pronto se nos pasa algo…
Ya me conocen un poco más, saben en dónde está otra parte de mi corazón y mi cultura… Pero espero algún día puedan pasear por este recóndito y bienaventurado sitio, aunque si no está por su camino, entonces ojalá conozcan a alguien más de mi pueblo, alguien de Escuinapa, Sinaloa. Alguien que siempre les brindará una sonrisa.